XX Premios Max: Sobre las creadoras y el artista desconocido

La compañía vasca Kukai Dantza, la bailaora Rocío Molina y la obra ‘Només són dones’ fueron los grandes triunfadores de la noche
La Fundación SGAE celebró el pasado 5 de junio la XX edición de los Premios Max en el Palau de les Arts de Valencia. Una ceremonia que festejaba, como señaló la cómica Ana Morgade, maestra de ceremonias, la buena salud que viven las Artes Escénicas españolas en la actualidad.
Dos décadas de premios que en esta ocasión reivindicaban el papel de las mujeres creadoras y de quienes luchan contra el silencio y la represión. “La ausencia de mujeres es una pérdida de talento y capital humano, hace los contenidos menos democráticos porque falta el punto de vista de la mitad de la población. Se equivocan los que creen que el paso del tiempo por sí mismo va a mejorar esta situación injusta”, expresó Inés París, presidenta de Fundación SGAE en un discurso que reclamaba más políticas de igualdad.
La mujer, la libertad y la danza, protagonistas de los Max
Precisamente, una mujer que dirige una obra sobre las combatientes por la libertad y la democracia consiguió la máxima distinción de estos Premios Max. La autora catalana Carme Portaceli se alzó con el mérito a Mejor dirección de escena por Només són dones (Solo son mujeres), pieza que también fue considerada el Mejor Espectáculo Teatral. “El trabajo de la mujer está mucho menos valorado que el del hombre en las Artes Escénicas, aún queda mucho por hacer para alcanzar la igualdad”, explica Portaceli a la Fundación SGAE. “Por eso es tan importante haber recibido el Premio Max con un texto sobre mujeres represaliadas. La temática de la obra ha limitado las representaciones, espero que, tras ganar el Max, empiece a girar y el público se sienta atraído por lo que tenemos que contar”, expone sobre un espectáculo contra el olvido.Salvador Távora, la Fundación Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro y la compañía Teatro Yeses recibieron los premios especiales
La danza ha sido la otra gran reconocida de esta edición. Caída del cielo, espectáculo de flamenco contemporáneo protagonizado por Rocío Molina se alzó con tres Premios Max: Mejor coreografía, Mejor diseño de iluminación y Mejor intérprete femenina de danza. Molina, que propone con su espectáculo un descenso hacia los territorios desconocidos de la mujer, rompía a bailar tras recibir el segundo galardón “porque es con mi cuerpo como mejor me expreso”, reconocía.
Por su parte, Manuel Liñán recibió el Premio Max a Mejor intérprete de danza por Reversible, un espectáculo de “regresión a mi infancia que me permite expresarme como siempre quise y nunca pude”. Liñán se corona así como el mejor bailarín del año con un galardón que describe como “un reconocimiento a la libertad de expresión” y que “sirve para que nuestro trabajo se represente más en España”.
A los premios que obtuvieron ambos andaluces se suman los tres Max que cosechó el montaje Oskara de la compañía vasca Kukai Dantza. Considerado el mejor espectáculo de danza de la temporada, se trata de “un trabajo de fusión entre la danza tradicional vasca con un punto de vista contemporáneo”, define Jon Maya, director también del Mejor elenco de danza. “Los Premios Max han sido testigos de nuestro desarrollo ascendente, es el tercer año que nos reconocen y ponen en valor el esfuerzo de un elenco que ha crecido junto, que se conoce a la perfección”, continúa Maya que ha destacado la calidad de las producciones actuales de danza que aún “tienen que enfrentarse al estigma de ser consideradas para una minoría”.
Por último, Iraia Oiartzabal recogió el Premio Max a Mejor diseño de vestuario, un galardón que considera “se va a convertir en mi mejor carta de presentación”. La vasca, que realizaba con Oskara su segundo vestuario de teatro, ha descubierto en las Artes Escénicas una ventana para la creatividad y la hibridación, con un trabajo para Kukai Dantza que combina “volúmenes y formas de la tradición vasca con colores de perspectiva futurista”, explica.Los artistas alabaron la decisión del jurado y la repercusión mediática de los Premios
El teatro de ayer con la mirada de hoy
El jurado de esta edición de los Premios Max ha coincidido en reconocer el trabajo artístico de aquellas compañías que han caminado por la tradición sin perder de vista el presente y se han atrevido a acercar historias de ayer al público de hoy.
De este modo, Ángel Ruiz actualizaba una historia sobre la homofobia y la persecución que le ha valido el Premio Max a Mejor actor protagonista por Miguel de Molina al desnudo. “Los Premio Max son los más importantes a nivel nacional y muy justos, reconocen el trabajo de los grandes desconocidos, los que llevamos muchos años en las trincheras del teatro. Al día siguiente de ganar parece que por fin existimos”, declara. “He estado muy ligado los Max durante sus 20 años y los he entregado a gente de primer orden, verme a mí con ellos es un honor”, concluye.
El Premio Max a Mejor diseño de espacio escénico recayó en Curt Allen Wilmer por la libertad escénica manifiesta en Hamlet, un galardón que supone “la guinda a todo un año de reconocimientos”, expresa. El alemán, que continúa en la lucha de la renovación estética del teatro, ha denunciado la poca notoriedad de los creadores de la puesta en escena: “El concepto del director como creador de todo es obsoleto, en el teatro de hoy se trabaja en equipo y nosotros ofrecemos la dramaturgia visual”, añade.
Precisamente, esa manera de aproximar el teatro del Siglo de Oro es lo que le ha merecido a la Fundación Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro su Premio Max a la Contribución a las Artes Escénicas. Natalia Menéndez, directora del certamen, agradeció a la Fundación SGAE esta designación que ha considerado “un reconocimiento a 40 años de trabajo”. También la Compañía Nacional de Teatro Clásico – INAEM y Ron Lalá Teatro se alzaron con el Premio Max a Mejor espectáculo musical por su renovación del teatro clásico, que evidencian en Cervantina. Versiones y diversiones sobre textos de Cervantes. >Vea todas las fotografías aquí:
Huelga destacar el trabajo del autor José Ramón Fernández por El laberinto Mágico, adaptación de los seis volúmenes de Max Aub que le valió el Premio Max. “Un galardón que indica que aún estoy en forma”, bromea el dramaturgo, “pero que sobre todo pone en valor a Max Aub y le dice a los espectadores que hay un gran escritor del siglo XX que merece la pena conocer”. Un proceso de trabajo arduo pero “muy cercano al escenario y a los actores”, un camino creativo en el que también se integró el actor Paco Ochoa, que recibió el Premio Max a Mejor actor de reparto.
Un teatro que avanza hacia nuevos lugares
Historias de Usera de Kubik Fabrik se alzó con el Premio Max a Mejor Producción Privada de Artes Escénicas, un galardón que Fernando Sánchez, recibe como “un reconocimiento a una nueva forma de crear y de gestionar en la cultura. Ya no trabajamos como antes, con nuevas narraciones y hacia otro lugar. El Premio Max nos confirma que el discurso es el correcto”, concluye.
La Compañía Marie de Jongh conquistó el Premio Max a Mejor Espectáculo Infantil o Familiar por Amour, un galardón que reconocía “el trabajo más duro y valiente” que ha realizado Jokin Oregui, que ha denunciado que los espectáculos infantiles sigan considerándose menores cuando “la guerra del teatro hay que ganarla en todos los frentes”. El vasco recibía este premio como “un alivio que indica que estamos haciendo cosas interesantes. Nuestro teatro ha logrado una emoción intergeneracional, es una vivencia compartida entre adultos y niños”, declara Oregui, para quien los Premios Max también sirven “de vía para crear nuevos lazos y colaboraciones institucionales”.
Por último, los Premios Max reconocían el trabajo de las actrices Núria Mencía, Premio Max como Mejor actriz protagonista por su trabajo en La respiración, obra que recibió también el Premio Max a Mejor Autoría Teatral para Alfredo Sanzol que ha destacado cómo estos galardones han logrado «crear el hábito de ir al teatro». También Ainhoa Santamaría se alzó con la distinción a Mejor actriz de reparto por sus cinco papeles en La estupidez.
Jalones para una vida dedicada al teatro
El reconocimiento a toda una vida en las tablas recayó sobre el actor, dramaturgo y director de escena Salvador Távora (Sevilla, 1934) que era homenajeado con el Premios Max de Honor, “un estímulo, la compensación de un trabajo de muchos años que viene dada por los profesionales del teatro”, expresa. Távora recibía el Max y animaba a sus compañeros a atreverse con nuevas formas, a transgredir y arriesgar.
Por su parte, Elena Cánovas, directora del Grupo Yeses, taller de teatro formado por las reclusas del centro penitenciario Alcalá – Meco 1, agradecía al Comité Organizador de los Premios Max la distinción como Premio Max Aficionado, por poner “luz en un centro tan oscuro como es la cárcel”. Un reconocimiento que ha recibido como “un privilegio” y que, ha recordado, “reconoce la labor del teatro como sanador de vidas perdidas”.
Nuevas promesas para las Artes Escénicas
Los XX Premios Max destacaron también el trabajo de los autores y directores no tan conocidos. La Compañía de Circo ‘eia’ conquistó el Premio Max a Mejor Espectáculo Revelación por inTarsi, reclamando así el sitio que le corresponde a la disciplina circense en el mundo de las Artes Escénicas. “Espero que esta experiencia anime a otras producciones de circo a presentarse a los Premios Max, a nosotros nos abre las puertas a futuras producciones y recibirlo tiene un triple valor: primero por la reputación del galardón, por ser una compañía de circo y sobre todo porque no teníamos una categoría propia en la que competir. Somos esos desconocidos que han ganado un Max”, explica Fabrizio Giannini.
La autoría revelación cayó también sobre una mujer, Iaia Cárdenas que abrazó un Max “que otorga la confianza para seguir en un mundo lleno de dramaturgos hombres. Estamos demostrando que las mujeres podemos hacerlo igual de bien que ellos, pero aún quedan muchos prejuicios que combatir”. Una lucha social que también está presente en su obra Síndrhomo nacida de “los escombros de la realidad social del Cabanyal y de la precariedad de una pequeña compañía que propone reivindicar lo que es nuestro”, expone la dramaturga.
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Por último, esta edición se renovó con la incorporación de una nueva categoría: el espectáculo de calle, que coronó el espectáculo Mulïer de Madauxia Teatre con dos Premios Max, incluido el de mejor composición musical para Damián Sánchez. “Por fin los Premios Max dan cabida a un gran sector de las Artes Escénicas. Cualquier montaje puede ser espectáculo de la calle, no representarse en una sala no supone menor calidad. La calle es muy dura por las condiciones y el público tan diverso, al que hay que atrapar. Nosotros hemos llevado una producción de danza contemporánea, que puede resultar algo más elitista, a todo el que quisiera acercarse con el único propósito de despertar la curiosidad”, explica su director Joan Santacreu.
Así se despiden dos décadas de Premios Max de las Artes Escénicas, con logros alcanzados pero con una batalla aún por ganar: el reconocimiento de la mujer como creadora y de las Artes Escénicas como profesión. “Todavía falta mucha educación cultural. La gente debe entender que el teatro no es una afición. La cultura nos cuenta y provoca emociones, nos ayuda a avanzar como sociedad y crecer como personas”, se despide el bailarín Manuel Liñán.
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